Creación tras creación, Vacheron Constantin sigue ofreciendo fabulosas demostraciones de verdadera maestría en el campo de los oficios artísticos. La Manufactura fundada hace 260 años viene resaltando constantemente el valor intrínseco de estas capacidades artesanas que son el material con el que la ciudad de Ginebra se ha forjado su inigualable reputación en este terreno durante más de tres siglos. Las técnicas decorativas eclosionan en dos nuevas obras de arte excepcionales presentadas este año, para celebrar la majestuosidad del cisne a la vez que se enriquece la serie titulada L’Éloge de la Nature.
Ampliando el bestiario naturalista presentado en 2014 con un primer trío de relojes con temática animal, la Maison presenta dos nuevas creaciones únicas que enmarcan una exquisita composición rebosante de lirismo romántico. Este par de relojes (un modelo de señora con caja de 39 mm y un modelo de caballero con caja de 42 mm) pone de manifiesto los privilegiados vínculos que Vacheron Constantin ha establecido con las artes decorativas. Es incuestionable que la Manufactura ha contribuido a reavivar el aprecio por unas técnicas de artesanía que parecían condenadas a la extinción. Durante las dos últimas décadas, la Maison no ha escatimado esfuerzo para perpetuar estas importantísimas especialidades artesanas, merecedoras por derecho propio de la consideración de excepcionalidad cultural. A través de su función de mecenas de las artes, Vacheron Constantin ha establecido un complejo entramado por el que fluyen la pericia y la experiencia que conforman el complicado arte de asociar diferentes estilos ornamentales. L’Éloge de la Nature es una celebración de la mezcla de técnicas decorativas. Maestros relojeros y artesanos han conseguido el perfecto equilibrio entre la sofisticación técnica, los refinados acabados y la creatividad desatada, que se combinan para convertir un modelo de reloj clásico en una auténtica obra de arte.
El cisne, símbolo del amor puro e incondicional
El cisne se desliza con porte majestuoso sobre las aguas cristalinas del Lago Ginebra, y mientras las minúsculas gotas de agua procedentes del Jet d’eau resbalan por su inmaculado plumaje blanco, estira el elegante y flexible cuello para elevar la cabeza, que irradia una poderosa aura de nobleza. Con el plumaje extendido y las alas desplegadas, dispuesto a abrazar a su amor, esta luminosa ave acuática representa el símbolo universal del amor eterno y su perfil casi angelical evoca un sentimiento de pureza y delicadeza. Vacheron Constantin reproduce su exquisita gracia en dos esferas gráficas distintivas, que destacan, ambas, los delicados aspectos de la belleza del cisne. Un palmípedo de oro blanco con diamantes en talla redonda, que extiende sus alas sobre una superficie acuática esmaltada, de fino guilloché. Al igual que el director conjunta a los músicos que interpretan una sinfonía, Vacheron Constantin ha ensamblado un conjunto de artesanos de insuperable talento para crear un estallido visual de esplendor. Un deslumbrante tributo a las orillas del Lago Ginebra y a la ciudad en la que nació la Manufactura. No cabe duda de que Jean-Marc Vacheron podía admirar las mismas bellezas aladas desde las ventanas de su taller cabinotiers en el Quai de l’Ille en 1755…
Una sucesión de meticulosas operaciones
Grabador, guillocheur, esmaltador y engastador: cuatro artesanos que se han dedicado en cuerpo y alma a crear esta esfera. Para alcanzar un resultado tan espectacular, es necesario una visión compartida y una intensa imaginación. Plumas al viento, cuello curvado con gallardía, pico resplandeciente, ojo cristalino, olas deslumbrantes, prístino cielo azul: cada detalle es tan meticulosamente exacto que casi se siente la delicada brisa y se escucha el ir y venir de las aguas… Se han dedicado dos meses de arduo trabajo a la creación de las esferas. Siempre hay algún imponderable en este tipo de creación, que exige que todos y cada uno de los que participan en la creación den lo mejor de sí mismos para superar el desafío, tan imprevisible como inevitable.
La composición comienza con un delicado grabado a mano sobre una placa de oro blanco de 18 quilates. Volúmenes, áreas elevadas y rebajadas, texturas y efectos de luz: cada milímetro se somete a un enfoque creativo cuidadosamente deliberado. Para alcanzar tal nivel de refinamiento, el grabador ha desarrollado sus propias herramientas, mientras imaginaba técnicas distintivas y apropiadas para alcanzar los resultados tan deseados. Después de trazar los perfiles del ave, el artesano da forma a las plumas, una por una. La afilada gubia incide sobre el material, formando un patrón espigado en el modelo de caballero, y un motivo más curvado en la versión de señora. El despliegue de destreza del maestro grabador le permite dar a cada pluma un distintivo acabado con satinados y pulidos.
El cisne despliega sus alas sobre la superficie del agua, provocando un sutil motivo ondulado. Sobre el cisne, una suave “brisa visual” agita la esfera, gracias al trabajo del guillocheur. El artesano ha trazado unas finas ranuras geométricas en la esfera ya decorada, lo que significa que ha tenido que ajustar cuidadosamente su torno de rosetas para no dañar los diminutos filamentos de oro. Aunque ciertas áreas del guilloché son extraordinariamente estrechas, su herramienta de grabación siempre encontró la forma de llegar hasta los últimos rincones y grietas microscópicos, sin salirse de la zona indicada. Son movimientos de extraordinaria exactitud y pericia, que solo pueden ser llevados a cabo por una mano experta.
Los motivos en guilloché se recubren con esmalte Grand Feu, de color azul cielo en la versión de señora y azul noche en la de caballero. Como siempre, esta afamada técnica de esmaltado sigue siendo dominio exclusivo de un puñado de artesanos que son considerados verdaderos alquimistas. Estos maestros aplican manualmente los esmaltes coloreados y posteriormente los funden y los fusionan a temperaturas de entre 800 y 900 grados Celsius, para por último realizar la vitrificación que consigue una inigualable brillantez translúcida: cada una de estas etapas de producción implica necesariamente una serie de factores imprevistos. En este campo el resultado nunca está a salvo hasta la fase final, y no se puede tolerar ningún defecto, puesto que ello supondría comenzar la creación desde el principio. Por último, en la capa superior de las plumas grabadas se aplica un esmaltado “blanco de Limoges”, para acentuar la luminosidad.
Finalmente, llega una fase igualmente delicada: el engastado de piedras preciosas. Esta escena naturalista está enmarcada con 76 diamantes talla baguette que adornan el bisel y las asas del reloj. Las curvas sutilmente redondeadas del cuerpo del cisne están pavonadas de diamantes talla redonda engastados con efecto “nieve”. Esta técnica proporciona una considerable libertad expresiva, al permitir que el artesano cree efectos distintivos al colocar de manera aparentemente aleatoria piedras preciosas de diferentes tamaños. Por último, la base de las alas del cisne también está pavonada de diamantes, con cada pluma delineada por una fina línea de oro. Esta fascinante hazaña de artesanía de luz dota al ave de una inimitable aura de majestad natural.
Un mecanismo al servicio de la artesanía artística
El Calibre 2460 ofrece un espacioso campo de juego, al liberar por completo el centro de la esfera, a fin de ofrecer espacio a los oficios artísticos. Fiel a su rica tradición de formas de exhibición originales y variadas, Vacheron Constantin perpetúa el arte de la relojería ofreciendo una ingeniosa visualización de la hora sin agujas, a través de cuatro aperturas que revelan, respectivamente, las horas, los minutos, el día de la semana y la fecha. Estos indicadores, de arrastre en el caso de los dos primeros, y saltantes en el de los dos últimos, se muestran a través de cuatro aberturas regularmente dispuestas alrededor de la esfera, con lo que dejan abundante espacio para el motivo central.
El movimiento mecánico de carga automática, que late a una cadencia de 4Hz (28.800 alternancias por hora), está dotado de una masa oscilante de oro de 22 quilates, embellecido con un dinámico estampado geométrico inspirado por el emblema de Vacheron Constantin, la Cruz de Malta. Sus 237 piezas han sido realzadas con excepcionales acabados. El movimiento está protegido por una caja de oro blanco de 18 quilates con fondo transparente que ofrece la oportunidad de admirar el alarde de maestría manual encapsulado en el interior. La correa de piel de Alligator Mississippiensis ajustada por un cierre desplegable de oro blanco con forma de media Cruz de Malta aporta el perfecto toque final.
Estas creaciones exclusivas lucen el prestigioso Punzón de Ginebra, la mayor distinción de la Alta Relojería, que certifica la calidad, la maestría en la elaboración y la fiabilidad de estos excepcionales relojes fabricados en Ginebra. Su singularidad queda también destacada con la inscripción “Pièce unique” grabada en el fondo.
Un bestiario naturalista que encarna la perfecta combinación de arte y materia
Con este par de cisnes, Vacheron Constantin pretende no solo mantener su privilegiado diálogo con los devotos de la Alta Relojería, sino demostrar su larga pericia en los oficios artísticos y su talento para combinarlos. Como un fiel custodio, Vacheron Constantin salvaguarda con fidelidad estas artes centenarias, como auténtica defensora de la excepción cultural.
Referencias: 86677/000G-B116 (caballero) y 86675/000G-B115 (señora).